Días raros. Te despiertas con ganas de comerte el mundo. Y no. Un pasmazo es el que te come a ti. Días raros. Y no por culpa del jodido trancazo. No. Por una vez dejaré de echar las culpas a todo lo que me rodea. Se acabó. No es por el estrés. Ni la rutina. Ni tampoco son los exámenes. No. Ni si quiera es él. O a lo mejor sí. Posiblemente. Pero por una vez dejaré de lado el drama. Tan sólo por hoy. Porque me encantan las mañanas entre semana. Las valoro más que las de los findes. Por una vez, fuera llantos. Soy yo. Y lo sé. Me duele aceptarlo, pero el problema soy yo. Mis ideas. Nadie puede pensar con claridad cuando tienes en la cabeza tantísimo desorden. Desorden que yo he creado. Que he permitido. Y que debe desaparecer cuanto antes. ¿Quién dice que a veces el desorden tiene encanto? No sé. Pero en este caso... ¿es así? No lo es. Ni de coña. Putas relaciones. ¿Quién las inventaría? Sin duda algún sádico con mucha neurósis y poco tiempo libre. Cabrón. Por su culpa estoy jodida y sin amigo ( Sólo echo la culpa al capullo ese, se lo merece) Sólo con él. Diferente. Desconocido. ¡Déjame entrar, coño! ¿Porque te empeñas en encerrarte en ti mismo? ¿Por qué? Aclárate ya. YA. No me apetece pensar en nada. Sólo tú. Tú y yo. Sólo que tú no lo sabes. Ni zorra, tío.
¡Joder! Espero que perdonéis a esta pobre idiota. Ingerir ibuprofeno tras ibuprofeno causa estragos. Pronto seré yo. La que se queja. La que nunca tiene la culpa. YO.
Ps1. Y más perdones por no subir lo prometido. No digo para la próxima. Sólo, hasta pronto.
Os quiero. Mucho. No me abandonéis. Os necesito.
Delirios, amor y otras tres cajas de clínex.