domingo, 6 de abril de 2014

La nostra storia semplice.

Qué decir cuando ya no hay palabras. Qué hacer cuando ya no se puede hacer nada. Qué hacer cuando todo en lo que creías se desvanece. Sin esperártelo de nuevo. Seguimos. Nos paramos. Sigues. Te alcanzo. Me separo. Me acercas. Y el límite no sé quién lo pone. Ni hasta cuando. Pero no puedo evitar que el abismo me desespere. Y el abismo es tu ausencia. Preferir no respirar, para no ahogarme en un mar de olvidos y peleas. De celos. De caos sin orden. De desorden. De necesidades. Solo necesidades. Y mentiras. A ti. A mi. Un sentimiento que recíprocamente se apaga. Y ya no sé de quién es la culpa. Quizá solo sea un domingo negro y aterrador. Quizá sólo sea Vetusta. Quizá solo sea realidad. Quién coño lo sabe. Quién me sabe. Y a ti. Al final puedes pasar toda una vida junto a alguien que ni si quiera conoces por el mero echo de necesitarlo más que a ti misma. ¿Esto? El temor de no encontrar a alguien que nos vuelva a completar como hasta ahora, o simplemente el miedo a quedarnos solo. ¿Tan mala es la soledad? Ridículo que me haga estas preguntas después de pasarme tres cuarto de mi vida así. Quizá esa sea la razón, conocer un sentimiento que no puedes ni quieres volver a sentir. Yo ya no sé nada. Como nunca lo he sabido. Pero ojalá fuera diferente, de verdad. Ojalá por una vez en mi vida tuviera una sola certeza en vez del miedo asfixiante de no volver a ser. Nosotros.

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